Los molinos circulares o rotatorios se definen por una base redonda con la parte superior cónica, habitualmente conocida como meta, sobre la que se situaba una pieza superior, también redonda, pero con un agujero en medio, que funcionaba como superficie de molienda, y que en este tipo de piezas es conocida como catillus. Este aparato funcionaba haciendo rotar la piedra de molienda sobre la base, de manera manual, a través de una pieza de madera colocada en un engarce tallado en el borde de la pieza superior. El cereal era introduciendo por el orificio, que era trillado y expulsado por ambas piezas.

El molino circular se introduce en el Noroeste durante la Edad del Hierro. Anteriormente, se empleaban molinos de mano, definidos por una base lítica plana y una mano de molino. La aparición de estos molinos rotatorios, más eficaces para las labores agrícolas, facilitaban el trabajo de molienda. Este avance se debió a los contactos culturales con otras culturas, sucediendo de forma natural y orgánica a lo largo de todo el territorio galaico. Estos ejemplares servirían de prototipo para las posteriores ruedas de molinos hidráulicos tradicionales.

Son muchos los ejemplos de molinos rotatorios documentados en Elviña. Algunos de ellos, incluso, se conservan encastrados en las murallas o en edificaciones de distinto tipo. Los trabajos agrícolas desarrollados del castro probablemente requirieron de arado, abonado intensivo y rotación de cultivos o barbecho. Entre los cereales destacaban los llamados trigos desnudos y vestidos, muy resistentes a condiciones de frío y humedad, así como el panizo, propio de tiempos secos y de crecimiento estival.