Cuando el viajero pretende plasmar en una fotografía cualquier vivencia existen dos momentos esenciales para hacerlo. El primero cuando acabas de llegar al país con los ojos nuevos y captas aquello que te sorprende, y el segundo se produce a partir del momento en el que eres capaz de apreciar los detalles diferenciadores de esa cultura con respecto a la tuya. Ambos son imprescindibles y complementarios para conseguirlo.

En China, la fábrica del mundo occidental, las imágenes se convierten en el más vivo exponente de una sociedad en la que es posible apreciar cómo un crecimiento económico desaforado induce a un sistema social y a un reparto de la riqueza no siempre equilibrado, donde las oportunidades se abren a todos pero solo llegan a unas minorías y donde lo tradicional y lo moderno están obligados a convivir produciéndose de continuo un extraño maridaje.

Las fotos son solo eso, fotos. Pero son, también, una mirilla que nos muestra comportamientos y actividades cotidianas que conforman una forma de vivir la vida diferente a la nuestra.

Esta muestra fotográfica se ha elaborado con la intención de trasladar tan solo unas pequeñas pinceladas de momentos que todos los días se producen en alguna de las grandes y pequeñas ciudades de ese sorprendente país