Ayuntamiento de A Coruña

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Ilustración de David Sánchez, CC-BY.

Las alfareras

Con las cosas de comer no se juega

Algunos objetos, que parecen comunes, resultan fundamentales en el desarrollo diario en nuestras vidas. Un ejemplo son las ollas, cazuelas, platos y utensilios que nos permiten preparar o almacenar nuestra comida.

En el castro, tal y como acontece desde lo Neolítico, la cerámica es un elemento esencial para ese tipo de actividades diarias, y su elaboración requería una atención que, por lo menos, sería semejante a la propia de la cerámica tradicional y popular.

Para su elaboración, el primer paso para la elaboración de una pieza de barro sería alcanzar la materia prima básica: la arcilla. Para su búsqueda, se excavaba en zonas de obtención, denominadas barreras, utilizando algún elemento punzante para su obtención. Lo lógico es que se hubieran utilizado herramientas semejantes a las empleadas para los trabajos agrícolas, cargando el barro en cestas. Una vez transportado al alfar, se colocaba sobre un cepo, probablemente de madera, y se deshacía con la ayuda de diferentes útiles, alejando los desechos (raíces, piedras gruesas y arenas) que perjudican la consistencia de la pieza. Después, la arcilla se guardaba en un espacio húmedo y sombreado y, cuando estuviera curtido, se amasaba. El amasado del barro, convenientemente humedecido, debe hacerse con las manos, los pies descalzos o con mazos en el suelo sobre una piedra lisa para ser cocida finalmente.

Desde el punto de vista técnico, en la Edad del Hierro las piezas se moldeaban a mano o con un torno bajo (también conocido como torneta), un aparato que permitía moldear piezas de mayor tamaño que en épocas precedentes y más o menos uniformes. Consiste en una rueda horizontal que se hacía girar con la mano sobre un eje central. En época romana, con la introducción del torno rápido o de pie, las piezas alcanzarán una mayor uniformidad, calidad y delgadez en las paredes. Además de la arcilla, los otros componentes básicos para elaborar cerámica son la madera, con la que calentar los hornos, y el agua para tratar el barro.

Los indicios apuntan la que sería una actividad realizada principalmente por mujeres, como actividad complementaria a las tareas diarias.

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