A pesar de que Estrabón llega a decir que los galaicos eran poco menos que ateos, contamos con múltiples evidencias de dioses de origen local. En su mayoría, aparecen representados en aras y altares ya de cronología romana, pero su origen y génesis parece haber sido claramente local, pues son muy extraños en otras regiones. Entre otros, y centrándonos en la región ártabra, se conocen divinidades como Coso (relacionados con la guerra) o Navia (relacionada con la protección de la comunidad), pero también son habituales otros como Bandua, Reve o Cohve.

No obstante, identificar las creencias y ritos no recae, únicamente, en conocer las divinidades. Al contrario: la arqueología, en la mayor parte de las ocasiones, no tiene capacidad para conocer las divinidades o los cultos que se realizaban, aunque sí puede identificar los espacios de culto, sus características y las actividades que allí se desenvolvían. En algunos casos afortunados, es posible llegar un poco más allá y conocer cuál era el objeto de culto y qué intencionalidad tenían estos rituales.

En el Castro de Elviña, se identificó un sorprendente número de edificaciones con carácter religioso. El caso más destacado es el del Templo del Ídolo Fálico, cuya disposición, con un banco corrido y con un relieve escultórico en su centro, indica su finalidad religiosa, siguiendo la tradición arquitectónica de otras construcciones más tempranas recuperadas en el entorno. La Estructura Oval, que también presenta un banco corrido, también pudo tener carácter religioso, entre otras funciones. Finalmente, el edificio de los Betilos muestra una clara relación entre el mundo religioso y la interacción con el ámbito del Mediterráneo. En estos casos, era habitual que el comercio fuera sancionado por distintas divinidades en espacios seguros, por lo que es posible que la realización de rituales y actividades religiosas fuera una parte esencial de esta edificación.

Un último ámbito de posible uso religioso, y que aún permanece entre la niebla, es el caso de la estructura circular o "túmulo" identificado en el entorno del castro, cuya funcionalidad, a día de hoy, sigue siendo desconocida.