Ayuntamiento de A Coruña

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Recarga de vitamina D

La exposición a luz solar permite a nuestro organismo producir vitamina D

El confinamiento ha tenido a una gran parte de la población sin pisar la calle durante semanas. Pero ahora que ya se puede salir a pasear o hacer deporte, hay que aprovechar el tiempo para recargarnos de luz solar, indispensable para mantener unos niveles adecuados de vitamina D. Esta vitamina es fundamental para la formación y mantenimiento de los huesos, interviene como regulador en algunos procesos inflamatorios, en el control de los sistemas nervioso y muscular, y además favorece la respuesta del sistema inmunológico frente a infecciones respiratorias.

La vitamina D se encuentra en pocos alimentos, como los pescados azules, el huevo, o los derivados lácteos, pero a diferencia de otras vitaminas, no dependemos totalmente del aporte con la comida, ya que nuestro organismo es capaz de producirla, aportando hasta un 90 por ciento de la que necesitamos. Y aquí es donde interviene el sol. Cuando los rayos ultravioleta del sol inciden directamente sobre nuestra piel convierten una sustancia química en una forma biológicamente inactiva de la vitamina; después este precursor experimenta otras transformaciones en el hígado y en los riñones para convertirse en la forma activa de la vitamina D, que es la que interviene en los procesos que regula esta vitamina, como la fijación de calcio y fósforo en los huesos.

La producción de vitamina D en nuestro organismo depende de factores como la estación del año -en invierno suele ser menor-, la latitud, por la diferente incidencia de la luz solar, o la pigmentación de la piel. Pero por lo general, es suficiente exponer la piel unos 15 o 20 minutos al día, y seguir una dieta equilibrada para tener unos niveles adecuados.

Del remedio a la causa

El descubrimiento de vitaminas como la B, C y la D, se produjo al investigar algunas enfermedades que tenían una elevada incidencia en varios grupos de población en siglos pasados: el beriberi, en el caso de la B; el escorbuto, relacionado con la deficiencia de la C; y el raquitismo, vinculado a la D. Los médicos averiguaron hacia finales del siglo XIX que la introducción de determinados alimentos en la dieta prevenían esas enfermedades. En el caso del raquitismo era el hígado de bacalao, pero también se habían demostrado que la exposición a la luz solar era muy efectiva para su cura y prevención. En aquella época, cerca del 90 por ciento de la población infantil que vivía en ambientes urbanos contaminados y sin suficiente exposición a la luz solar sufría esta enfermedad.

Con estos estudios se estaban dando los primeros pasos hacia descubrimiento de un nuevo tipo de nutrientes, las vitaminas, que se sumaban a las proteínas, grasas e hidratos de carbono, y que se revelaron como esenciales para mantener un buen estado de salud.

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