La privilegiada posición geográfica de la Península de A Coruña resultó clave para el desarrollo de las sucesivas ocupaciones que gestaron la actual ciudad de A Coruña. En época romana, el asentamiento y la estructuración del Faro fueron consecuencia de su excelente condición de espacio de navegación antiguo.

Tras una etapa de retracción a causa de las razzias normandas, en la Baja Edad Media se ampliaron las rutas marítimas y los contactos comerciales con otras zonas, en muchos casos, auspiciadas por los privilegios otorgados por los monarcas. Entre los hitos que marcan este desarrollo podemos citar la cédula de fundación y repoblación de la ciudad en 1208, el privilegio del comercio de la sal en el 1255, lo de la franquicia fiscal de 1286 para gentes y productos y la puesta en funcionamiento de una línea regular entre el muelle británico de Bristol, hacia finales del siglo XV. La ciudad vieja crecía y se reocupó la zona del istmo, lugar en el que se establece el potentado gremio de mareantes.

El desarrollo de la ciudad, como en la época antigua, estuvo relacionado con su puerto y con la actividad comercial e industrial. En el 1503 Carlos I le otorga la celebración de una feria anual de treinta días. Las prestaciones realizadas a la corona revirtieron en la ciudad con la implantación de organismos relacionados con la delegación de los poderes estatales en el Reino de Galicia. En la ciudad se reunía la Junta del Reino y en el siglo XVIII alojará la Intendencia General de Galicia. Los Correos Marítimos con Ultramar ampliaron el espectro de mercado hacia América.

Con el devenir del tiempo se crearán fábricas e industrias dedicadas al textil, conservas, salazón y otras muchas actividades. Todo este crecimiento económico fue parejo al social y cultural, visibles entre otros aspectos en la fundación de importantes instituciones científicas y humanísticas vinculadas a un sentimiento liberal moderno, que galvanizará la personalidad de la urbe.

Sobre estos antecedentes, ya en la época contemporánea, la ciudad de A Coruña será el centro neurálgico de diferentes movimientos sociales, culturales y de carácter político, vinculados al nacimiento del galleguismo y de valorización de la propia identidad.

Como en la antigüedad, las cosas y las gentes vinieron por el mar desde lejos, y también se fueron a través de él, mezclándose con el nuestro y removiendo en el ajeno. La posición de la ciudad y la actitud de la gente hizo posible que entre Mediterráneo y Atlántico (primero) y entre el viejo y el nuevo continente (después), la ciudad fuese un puerto central en la primera línea de escala de las ideas.